Capítulo
1 — El encargo
Los rayos de sol comenzaban a
penetrar en las grises nubes las cuales dominaban aquellos cielos,
apenas tuvo la oportunidad de escuchar en el tocadiscos su canción
favorita, mucho menos dar un trago al café amargo cuando el impacto
de otro misil hizo temblar toda la aeronave, no iba a ser un buen día
¿A caso alguno lo era? Se preguntó Parche Mackdugan mientras se
terminaba de colocar su vieja gabardina marrón antes de correr a la
cubierta armado con sus dos revólveres. No solía plantar cara
cuando de una pelea se trataba, el éxito de una vida de
contrabandista consistía en coger y correr, de querer disparar o
esquivar balas se habría quedado en el ejército, pero en esta
ocasión ya nada se podía hacer excepto plantarle cara a uno de sus
enemigos o como el los llamaba competencia laboral.
Nada
más salir a cubierta contempló como parte de la popa estaba en
llamas, aun así, no parecía que a Pankora la joven Zodiac, eso le
impidiera usar el único cañón de la nave mientras maldecía como
un marinero, era curioso como esta joven perteneciente a una raza
otorgada con los dones del zodiaco y rasgos de animal, concretamente
los de un gato, disfrutara tanto del fuego y la destrucción,
originales del bosque azul, uno podría pensar que sus gentes amarían
la naturaleza y serían protectores férreos, pero eran todo lo
contrario, la niña cercana a la pubertad consiguió un poco más
de tiempo, disparó el ultimo misil que les quedaba, pues la nave
llamada Priscila era un modelo antiguo de corta nubes, diseñada para
trasporte no para el combate, aunque rápida y fácil de manejar
pronto dejaría de soportar aquella ofensiva por parte de Wolfer otro
contrabandista que controlaba una aeronave más grande y armada hasta
los dientes.
La
cubierta había sido asaltada por carroñeros del aire, Parche pudo
contar con su único ojo bueno al menos seis de ellos, asaltantes o
piratas que saqueaban naves más pequeñas.
Gravius
hacía frente a dos de ellos con sus manos desnudas, su gran fuerza
le daba ventaja pero ellos iban armados, pese a su resistente piel no
soportaría todo el daño a bocajarro, Parche disparó un par de
veces, pero solo consiguió llamar su atención, no era un gran
pistolero, se le daba mejor beber y hacer chistes irónicos, gracias
al buen cañonazo de Pankora, la nave grande tenía problemas para
conseguir un tiro limpio y hacerlos volar por los aires pero uno de
sus disparos destrozó el mástil de la nave, ya no contarían con el
viento a favor, solo era cuestión de tiempo que las hélices
sufrieran el mismo destino.
Uno
de los asaltantes sorprendió al hijo de la piedra, pero sus
cuchilladas no consiguieron penetrar la dura piel, Gravius no pudo
deshacerse de él, aunque toda su atención se centraba en sus dos
contrincantes que aún continuaban disparándole de frente, empleó
un trozo del mástil aun envuelto en llamas como arma para batearlos
lanzándolos por los aires, el tercero aun enganchado en su espalda
recibió dos cartuchos de escopeta, hasta el propio Gravius pudo
notar como las tripas de aquel desdichado le golpearon la espalda
provocándole quemaduras.
—
¿Es que uno no puede echarse una
siesta sin que intenten matarlo?
El
buen doctor Albert hacia acto de presencia en la cubierta, portaba en
su diestra la escopeta ejecutora de aquel despiadado disparo mientras
usaba su siniestra para dar un trago a su petaca, ambos se dedicaron
una mirada confirmando que se encontraban bien y continuaron haciendo
frente a los invasores.
El
capitán no estaba teniendo tanta suerte, rodaba ente cajas y
escombros para evitar que las balas lo dejaran como un colador, más
asaltantes descendieron desde la nave enemiga, empleó algunas
granadas de humo de su cinto, para conseguir tiempo, pero era
cuestión de minutos que volaran por los aires o se estrellaran,
Billy el piloto estaba realizando increíbles acrobacias para no
convertirlos en un blanco fácil pero eso no duraría, era un
serenado, una raza muy parecida a los humanos con la excepción de
que carecían de sentimientos, ni alegrías ni miedos, Parche se
felicitaba a sí mismo una vez más por tener a uno de ellos
pilotando su nave.
Consiguió
avanzar evitando el fuego enemigo unos pasos, los gritos salvajes de
su contramaestre Gravius le sirvió para situarse entre aquella
improvisaba niebla, avistó a un enemigo algo confuso, un tiro limpio
en la cabeza bastó, pero de la nada un cuchillo le beso el hombro
izquierdo le continuó el rugido de una escopeta que salpico de
sangre la gabardina.
—
¿Qué cojones está pasando
capitán?
La
voz del doctor tranquiló brevemente a Parche quien se encendió uno
de sus puros sonriente pese al infierno que se alzaba ante ellos.
—Nuestro
rival empresarial Wolfer, parece que le hemos cabreado demasiado.
—
¿Cuál es el plan?
—Pedirles
perdón con mucha sinceridad.
Mientras
el par de contrabandistas conversaban espalda contra espalda
rechazando a cualquiera que se le acercara a base de plomo, el humo
iba desapareciendo dando paso a un escenario encarnizado, pudieron
contar a unos siete hombres enfrentándose a Gravius, que tras
destrozar su improvisada arma contra los cuerpos enemigos optó por
placar a un par mientras pisaba a otros tantos a su paso, siempre era
un espectáculo ver al grandullón en su frenesí colérico, le
bastaron sus manos desnudas para reventar a los enemigos como si se
tratasen de papel.
Aunque
los asaltantes empezaron a ser una mera molestia, Wolfer volvió a
contraatacar con sus cañones, una lluvia de metralla destrozó la
mayor parte de la cubierta junto con una de las hélices, la tercera
oleada de asaltantes descendió esta vez mejor armados con armas
automáticas parecían más interesados en destrozar a Priscila que
en la tripulación en sí, pero aun así no pudieron evitar ser
rodeados por aquellos mercenarios.
—Perdonad
mi reciente nerviosismo capitán, pero ¿Cuál es el plan de
emergencia dispuesto a realizar ante esta situación?
—Gravius,
destruye toda cara no conocida y recemos por un milagro.
Las
palabras de Parche lejos de tranquilizar a nadie solo provocaron la
decepción típica del doctor que se estaba quedando sin munición y
una cara apática del coloso que necesitaría algo más que su fuerza
bruta para salir de aquel embrollo.
El
rezo de aquel trio fue escuchado en forma de fuego en grandes
cantidades, Pankora no resultó estar ociosa en todo ese momento,
había hecho su entrada sacando a pasear a ``Chocolate´´ así se
llamaba el arma favorita de la zodiac, un lanzallamas de largo
alcance que comenzó a barrer con su fuego a todo lo que se ponía a
tiro, las balas enemigas silbaron en todas direcciones pero en los
ojos de la joven solo se reflejaban el fuego y el placer que le
provocaba contemplarlo, los enemigos corrían gritando envueltos en
llamas como pollos sin cabeza precipitándose hacia una caída
mortal, otros murieron rodando por el suelo rematados por una bala
piadosa de Parche o Albert.
—
¿Te has vuelto loca? ¡Vas a
quemar mi nave!
—
¡Capitán no se preocupe! ¡Tomad
el amor de Chocolate hijos de perra!
—
¡Pankora detente maldita sea no
hay más enemigos!
La
joven se detuvo, pero no ante la orden de su capitán, la nave
enemiga les había alcanzado hasta el punto de sobrevolarles, varios
cañones los apuntaban mientras Wolfer con su extravagante bigote se
dejaba ver sonriente.
—Admito
que has sido un oponente digno Parche, pero tu suerte se terminó,
quería despedirme de ti en persona por tantos años de sana
competencia.
—Vamos
Wolfer, pensé que éramos amigos, yo te he perdonado la vida unas
cuantas veces, venga quédate con la mercancía y todos en paz.
—Esto
no es por dinero, es el orgullo de un hombre, me lo debes por lo de
aquella niña.
—Solo
fueron un par de plumas y alquitrán, mi vida vale un poco más que
eso ¿No te parece?
—Siempre
tan divertido, eso lo echaré de menos ¿Tus últimas palabras?
Parche
no necesitaba dos ojos para ver que estaba jodido, demasiado jodido,
la nave ardiendo y sin mástil, no había forma de escapar de
aquellos letales cañones, con uno solo disparo partiría la aeronave
en dos, dedicó unos segundos a contemplar a su tripulación la cual
esperaba que se le ocurriese alguno de sus disparatados planes de
huida, pero esta vez no le quedaban cartas bajo la manga, dio una
calada profunda a lo que podía ser su ultimo puro, fue en ese
momento cuando notó como su melena negra se erizaba un poco, era
electricidad estática, ninguna nave funcionaba con electricidad
excepto una muy concreta, las aeronaves de la Unión.
—
¿Qué ocurre? ¿Ningún
comentario sarcástico e ingenioso antes de morir? Me esperaba algo
más de ti antes de mandarte al otro barrio.
—Mi
querido Wolfer siempre me infravaloras, solo recuerda este día como
el ultimo de nuestra amistad.
Nada
más decir aquello un relámpago atravesó la gran nave donde Wolfer
viajaba, sus cañones reventaron debido a la descarga eléctrica que
sufrieron, sus hélices se detuvieron y por las explosiones que les
sucedieron las calderas explotaron obligándoles a descender dejando
una estela de humo negro, lo último que la tripulación pudo
contemplar de su atacante fue el rostro de Wolfer maldiciéndoles e
intentando salvar la vida.
—
¿Qué cojones ha sido eso?
—
Ah mi buen doctor, mi plan de
emergencia ha salido como lo planeé
—Puedes
verter un poco más de información en esta escasa explicación.
—
Por supuesto Gravius, sabía que
teníamos a Wolfer acechándonos, me encargué de facilitar la
información de su nave junto con una falsa noticia de que nuestro
rival había asaltado algunas naves de la nobleza a la Unión por
esta zona y parece que funcionó.
—
¡Un plan genial capitán!
¡Siempre sabes cómo salir ileso!
—
¡Déjate de halagos y corre
apagar el fuego casi nos tuestas a todos Pankora!
La
zodiac corrió a obedecer la orden mientras que el doctor y Gravius
lejos de sentirse seguros señalaron una de las dos naves de la Unión
que se aproximaban, lucía el emblema distintivo de un teniente o
cabo de las fuerzas del orden, esto tampoco agradó al propio Parche
que no contó con que acudiera un peso pesado para una minucia como
la de atrapar a un asaltante como Wolfer.
—
¿Esto también es parte de tu
magnifico plan capitán?
—Me
temo que no doc. Creo que acabamos de saltar de la salten a las
brasas.
Y
no se equivocaba, los poderosos cañones apuntaban a la maltrecha
Priscila que apenas se podía mantener en el aire, huir no era
factible y menos con aquella eléctrica artillería que los freiría
antes de que pudieran parpadear. En pocos segundos una plataforma
acopló a Priscila con una de sus naves de la Unión, una mujer joven
de pelos negros cortados a tazón embutida en un traje azul marino
con el símbolo de cuatro esferas unidas por una cruz bordado en su
pectoral derecho descendía junto con cuatro soldados fuertemente
armados, poseía una mirada sería, se trataba de una teniente, todo
en ella emanaba autoridad, le costó unos segundos, pero Parche la
reconoció, por desgracia los recuerdos provocaron que ignorara toda
hostilidad posible.
—
¡Valentine! ¡Como siempre eres
mi ángel salvador!
La
joven se acercó velozmente hacia el maltratado capitán, sin darle
oportunidad a reaccionar, le asestó un derechazo noqueándolo contra
el suelo, se giró al resto de la tripulación mostrándoles cierto
fuego interno en su mirada.
—Quedáis
todos arrestados.
Habían
pasado casi dos días presos, los cuales Gravius empleó para meditar
e intentar ignorar los insultos, amenazas o vejaciones que la boca de
Pankora ofrecía al carcelero, el doctor y Billy jugaban a las cartas
apostándose una paga del mes que nunca verían, pero doc disfrutaba
entrenándose con un serenado, su mirada era eternamente de póker,
estar presos no les resultaba extraño, no era la primera vez que
visitaban un calabozo, no sería la última tampoco.
—
¿Creéis que Parche nos ha
vendido?
—Yo
en su lugar lo habría hecho Pankora.
—Debo
contradecirte doctor, nuestro líder pese a sus debilidades y sus
carencias como ser humano, jamás ha recurrido a la traición con sus
tripulantes.
—Ya
ya ya, Parche es genial, pero lleva demasiado tiempo hablando con ese
chupa tintas.
—No
es un chupa tintas, es Anthony Gueler, héroe condecorado de las
Guerras de las brujas, ahora general y guardián de la zona norte del
planeta.
—Esto
es una sorpresa, nuestro piloto es una amante de la historia, venga
juega carta y recemos para que nos saque de aquí pronto, necesito un
trago.
Muchos podrían opinar que
Mackdugan corría mejor suerte, pero no era así, se encontraba
esposado en el despacho de uno de los cuatros hombres más poderosos
del planeta, aquella sala decorada con tanto lujo, provocaba el deseo
de Parche por regresar a su humilde camarote, nadie le explicó
porque se encontraba allí, pero debía de ser algo importante, pues
no había quebrantado la ley demasiado como para estar en un lugar
como este.
Su
interlocutor aun pasado diez minutos en su presencia no había
emitido sonido alguno, solo leía informes en completo silencio, como
si se encontrara solo, no era un hombre demasiado viejo, quizás un
par de años mayor que él, pero en su rostro uno podía contemplar
el desgaste que suponía el peso de su cargo.
—Anthony
¿Vas a guardar silencio mucho más? No soy una chica de pueblo, no
te hagas más el interesante.
Las palabras pese a su tono
satírico, sonaron más familiares que irritantes, ambos se conocían
demasiado bien, había servido juntos en el ejército, pero el
general siempre fue un hombre ambicioso, un tiburón que no
descansaba hasta conseguir lo que deseaba, no le importaba los medios
solo el fin, su determinación y falta de escrúpulos le habían
conseguido todo lo que codició, quizás por ello él era uno de los
gobernantes mientras que Parche solo un contrabandista de poca monta.
—Como
siempre te puede esa bocaza Mackdugan, deberías saber controlarte
mejor.
—Al
menos quítame las esposas, ¿Crees que soy demasiado peligroso?
—Si
así fuese, te hubiera fusilado, ambos sabemos que puedes tú mismo
librarte de tus cadenas, cuando dejes de fingir debilidad
comenzaremos hablar.
El
general no se equivocaba, Parche necesito solo unos segundos para
quitarse las esposas y dejarlas en la mesa con una sonrisa no muy
sincera, puede que aquel uniformado de aspecto estirado lo conociera,
pero ese rio corría en ambas direcciones.
—Te
he solucionado un problema, ahora tú vas a solucionarme otro a mí.
—Si
te refieres a Wolfer, solo era una disputa sin mal intención.
El
militar saco de uno de los cajones de aquella mesa un sobre que
deslizó al borde donde se encontraba Parche, el cual, aunque curioso
solo le dedico unos segundos con la mirada sin tocarlo, había
cometido muchas tonterías de joven, pero trabajar con la Unión no
entraba en sus planes.
—Quiero
que recuperes un contenedor de suministros para mí.
—Deje
atrás la vida de soldado, no trabajo para vuestra fascista
organización.
—Una
vez más te adelantas, es algo confidencial y exclusivamente para mí.
—Prefiero
pasar un tiempo en la cárcel, gracias Anthony, pero prefiero
conservar la poca alma que me queda.
—
¿Por qué de eso se trata
verdad? Tu alma, te aconsejo que eches un ojo a ese sobre.
Aquella
chanza no le dolió tanto al contrabandista de un solo ojo, como lo
que encontró entre los informes del sobre, varios datos y
localizaciones de personas que conocían muy pocos pero que ahora era
dominio de aquellas fuerzas de la ley.
—
¿Cómo has dado con ellos?
—Relájate
Parche, no me interesa para nada ese grupo de delincuentes y
anarquistas, considéralo una póliza de seguros que me cobrare si no
colaboras.
—
¿Serías capaz? ¿Dónde está
el juramento de proteger al inocente?
—Inscripto
en mi placa, volviendo al tema que aquí nos ocupa, necesito que
recuperes un contenedor de suministros para mí.
—
¿Qué contiene?
—No
es de tu incumbencia, no es algo que puedas vender o que te haga
volar por los aires
—Si
es de mi interés, cuando quieres emplear un contrabandista en vez de
uno de tus chuchos.
El
general suspiró intentando no perder muchos los estribos, era un
tema delicado para él, quería llevar todo el asunto con suma
descripción, cuantos menos datos ofreciera más hermética
resultaría la operación, se tomó unos segundos mientras sacaba del
mismo cajón una caja con puros que ofreció a Mackdugan con ánimo
de suavizar la hostilidad y las posibles preguntas, pero el
contrabandista no era estúpido, amaba los puros, tomó unos cuantos
como si se tratasen de caramelos, los guardó en su vieja gabardina
marrón a excepción de uno que se encendió allí mismo con su viejo
mechero el cual tenía como distintivo la silueta de una mujer
pechugona montada en un misil grabado en uno de los lados.
—
Que solicite tus servicios y no
de mi personal más cualificado se debe a que el contenedor no se
encuentra en mi jurisdicción, no tengo autoridad allí, la
clandestinidad es vital, siendo sinceros no eres gran cosa Parche,
pasaras desapercibido fácilmente, solo un vulgar ladrón.
—Primero
regalos y luego insultos, sabes conquistar a una dama, ¿A dónde hay
que ir?
—Al
paso del Ahorcado, en el distrito este, un tren hará escala en el
puesto de mineros a repostar, en el último vagón se encuentra lo
que necesito, un contenedor de suministros médicos que obviamente no
los contiene, un par de soldados de la Unión la vigilan, seguridad
estándar, el resto de vagones solo trasporta trabajadores y
turistas.
Tras
conocer la localización el capitán de la Priscila no pudo evitar
expresar asombro y un terrible arrepentimiento por haber aceptado el
encargo, tanto los generales como él sabían perfectamente quien
controlaba aquel distrito, el escogerlo precisamente a él y no a
otro no fue por temas de clandestinidad, Parche se echó las manos a
la cabeza ignorando cualquier detalle que le estuviera dando el
general, durante años la Priscila había evitado volar por el
distrito este por motivos muy concretos.
—No
puedes obligarme a volar por aquella zona, él se me echara encima
como un chacal.
—Me
importa bien poco tus tonterías sentimentales, tus lamentaciones de
una vida triste llena de fracasos y decepciones, harás lo que te
ordeno o toda esa escoria será ejecutada junto con ese señor del
crimen al que tanto cariño le has cogido.
Parche
no podía poner en peligro a los mencionados, aunque sabía que si no
ponía remedio enseguida aquel militar sin escrúpulos lo
chantajearía siempre que quisiera, de momento no tuvo más opción
que aceptar el encargo, de nada serviría discutir, la vida que le
había tocado funcionaba según iban llegando las cartas, solo
necesitaba ser paciente a una buena mano.
—Tú
ganas general, ¿Cuándo llegara el tren?
—En
una semana, uno de mis suboficiales te acompañará para supervisar
el trabajo, te dará más información y planos tanto del lugar como
del tren.
—Genial
y ahora una niñera, el día se pone cada vez mejor.
—Solo
una cosa más Parche, pase lo que pase, el contenedor debe ser mío,
ya tengas que sacrificar a esa basura que llamas tripulación o
tengas que mancharte de sangre las manos, no fracases o yo mismo
colgare a ese falso cura delante de ti.
Tras aguantar un par de amenazas
más durante unos minutos, Mackdugan fue liberado, el resto de la
banda llevaban fuera unas horas antes que él, se limpió la
gabardina disfrutando de su puro, se encontraba en capital Ocaso, la
ciudad más grande e importante del distrito Norte, había pasado
mucho tiempo desde su última visita a la metrópolis cuando era más
joven y las adversidades de la vida era meras nubes en un horizonte
lejano.
Caminó
tranquilo por aquellas calles empedradas con sus edificios altos, la
gente lucía ropas elegantes en aquella parte de la ciudad, todo era
limpio excepto él, sus botas sucias, la gabardina medio chamuscada,
daba el aspecto de un perro callejero, ¿Cuánto había cambiado su
vida? Con frecuencia se lo preguntaba, en otro tiempo hubiera paseado
por aquel lugar como otro de los glamurosos y respetados ciudadanos,
pero a medida que avanzaba hacia el sur, la propia ciudad le mostraba
la auténtica realidad, los edificios descendían llegando a
convertirse en almacenes industriales, chabolas o meras cabañas
construidas con placas de contrachapado, las baldosas se tornaron
tierra embarrada, incluso las continuas brisas de las aeronaves
aterrizando o despegando del aeropuerto eran sustituidas por los
humos de las chimeneas industriales. Cuando se formó la unión entre
las cuatro naciones, se aseguraron una paz duradera trayendo años de
prosperidad y diversidad cultural, era necesario tras la última
guerra de las brujas, bastó un enemigo común para que las cuatro
razas dejaran de guerrear entre ellas por los recursos del mundo,
pero también conllevó a mucha miseria, la mayoría de soldados,
trabajadores en la maquinaria de la guerra, fueron despedidos, la
clase noble tomo las riendas de la economía desarrollando los
grandes núcleos mientras las aldeas y poblados regresaban a una
primitiva supervivencia. Parche pese al paisaje tan deprimente que
ante él se mostraba se sentía más cómodo en la cara mala de la
vida, continuó su caminata hasta llegar al único local cercano
donde su tripulación podría estar esperándolo, ``el llanto del
Zodiac´´ antiguamente conocido como ``La risa del Zodiac´´ pero
su dueño un Zodiac de aspecto osuno tuvo mala suerte, la única
clienta que consiguió estaba formaba por contrabandistas, obreros
deprimentes y ladrones, ante esto decidió cambiar al nombre actual.
Nada
más traspasar las dos puertas de vaivén de bisagras oxidadas,
Parche sintió que retrocedía al pasado, todo se encontraba igual
que en su juventud, al menos lo recordaba así, un par de mesas donde
los clientes jugaban a las cartas, un escenario deshabitado, el viejo
piano comiendo polvo en un rincón y no podía faltar el viejo dueño
con hocico alargado y panza horonda detrás de una barra algo sucia
por ser humilde con la descripción.
En
una de las mesas el resto de los miembros de la Priscila brindaban
alegres sin percatarse de la llegada de su capitán el cual se
encendió otro de los puros antes de incorporarse a la fiesta.
—
¿Celebrando nuestra libertad?
—O
tu sacrificio para que pudiéramos escapar.
—No
hagas caso al doctor, ¿Cuándo nos devolverán a Priscila? Capitán
¡No han querido ni entregarme a mi querido chocolate!
—Tranquila
Pankora, en un par de días nos devolverán a nuestra querida niña
reparada del todo.
Parche
se sirvió un trago de aquella botella que estaba sufriendo un
drenaje rápido por parte de todos, no era muy amante del whisky,
pero a veces un líder debía hacer este tipo de sacrificios para
empatizar con sus subordinados, además necesitaba coger fuerzas para
comentarles en que lio se habían metido.
—Bueno,
seré directo, si no estamos presos, es porque el general quiere que
robemos algo para él.
El
asombro fue colectivo, Parche no era un hombre rencoroso ni
vengativo, pese a sus enemigos o rivales empresarios como a él le
gustaba llamarlos, solo albergaba odio y desprecio hacía una cosa,
la Unión. No hacía falta ser un experto para comprender que el
asunto era extremadamente grave.
—Explicamos
un poco más, como hemos pasado a ser las rameras de la Unión.
—Sencillamente
han averiguado donde está el padre Hiena y la red de distribución.
Parche
necesito otro trago tras escupir aquella declaración, los rostros
alegres se tornaron serios las risas fueron sustituidas por unos
segundos de completo silencio hasta que Gravius decidió hablar.
—
¿Albergamos alguna sospecha
sobre el modo en el que han dado con nuestros aliados?
—Tengo
mis sospechas, pero centrémonos en realizar con éxito este trabajo
y nadie correrá peligro.
—
¿Tan seguro estas? Te recuerdo
que lo piensas y ocurre rara vez es lo mismo.
—Ten
más fe en tu capitán Albert ¿Cuándo he fallado en mis planes?
—Pues
aquella vez en la laguna de petros.
—
¡Oh también con lo de la tribu
caníbal del prado gris! ¡Aunque Chocolate pudo dar mucho amor!
—Debo
añadir a sus referencias, la misión de los gemelos de rubí, casi
nos extirpan las extremidades superiores por errar con tus apuestas
con los dados.
—Vale
vale, admito que alguna cosa suele complicarse, ¿Pero que es una
vida sin emociones?
—Toda
mi vida.
Tras
la aportación de Billy nadie pudo evitar romper a carcajadas excepto
el propio piloto que continuo con su inexpresividad, los tragos y una
segunda botella ayudaron a olvidar brevemente el encargo que tenía
entre manos, pasaron un par de horas recordando irónicamente la
perfección de los planes de Parche mientras él intentaba
ignorarlos, pero en su interior se sentía alegre pues pese a todas
las adversidades su día había vuelto a la normalidad o al menos lo
que podía considerarse como tal.
Parche tenía indicaciones de
esperar a las afueras de la ciudad, concretamente en un refugio para
desamparados y vagabundos, que los hijos del manto dirigían allí,
dicha orden se formó tras el gran cataclismo cuando la tierra quedo
quebrada y las guerras comenzaron, su ayuda con los heridos junto con
su imparcialidad en los conflictos de razas los convirtieron pronto
en una orden internacional, tras formarse la Unión, les concedieron
tierras, ciertos privilegios sociales e inmunidad en diversas leyes,
algunos vieron una amenaza en esto, pero sus integrantes habían
jurado voto de pobreza, no participaban en nada que no estuviera
relacionado con los desamparados, acogían a cualquiera que
necesitara ayuda, actuaban por pequeñas colonias y una vez al año
todos los representantes se reunían en el distrito central para
visitar la tumba de su fundadora Carlessa Mantossie la cual
falleció haciendo frente a la única amenaza de los últimos diez
años cuando las brujas aparecieron.
La
tripulación fue recibida como otro grupo de vagabundos, lo bueno de
estos samaritanos es que no hacían muchas preguntas, estuvieron
esperando por tres días intentando no buscar más problemas, como se
le había comunicado una pequeña nave del ejercito hizo su presencia
escoltando a Priscila la cual estaba completamente reparada y tras
mucho tiempo limpia, ninguno recordaba brillar tanto a la nave que
tantos años había sido su hogar.
Cuando
aterrizó se encontraron a la teniente Valentine, lucía el mismo
mono ajustado, pero de color negro y una chaqueta blanca, pese a
tener poco pecho y un corte de pelo que le daban un aire colegial, su
rostro se mantenía agresivo siempre desafiante, lucía en su cinto
un revolver y un estoque con una empuñadura humilde, en paralelo a
sus pies un petate de medianas dimensiones.
—
¿No me digas que el general te
ha obligado a entregarme la nave en tu día libre?
Mackdugan
disfrutó de aquella pregunta mientras se encendía un puro, aquella
mujer no era la primera vez que le había golpeado, pero poder
chincharla era algo que no podía evitar, un par de puñetazos más
eran un precio razonable.
—Sigo
sin comprender como lo consigues Parche, ¿Cómo consigues librarte
de pudrirte en una cárcel?
—Se
debe a mi carisma y mi atractivo mi querida Valentine. Ahora dime
¿Dónde están los planos y el resto de información?
—Los
tengo yo, cuando sea el momento te hare participe de ellos, déjate
de charlas y despega esta chatarra.
—
¡Espera! ¿Cómo que despegue?
—Tengo
orden directa del general de acompañaros para supervisar la misión.
—
¡No y no! ¡Ese no era el trato!
Parche
se negaba a navegar con aquella militar, una cosa eran un par de
pullas y otra muy distinta viajar con alguien con quien había
compartido un breve tiempo de su pasado, el cual se había molestado
en dejar atrás a toda costa.
—Resígnate,
ninguno de los dos quiere esto, pero no es opcional, terminemos
cuanto antes y ambos podremos volver a olvidarnos del otro.
La
joven tenía razón, si estuviera en manos de alguno de ellos jamás
habrían compartido travesía alguna, el capitán se resignó
aceptando la presencia de la teniente, quizás el destino cruzó sus
caminos otra vez por alguna razón, pero Parche sabía que en raras
ocasiones los fantasmas del pasado regresaban para facilitarle las
cosas.
La
vida en una aeronave solía ser repetitiva, el doctor mantenía
ordenado y limpio el pequeño habitáculo que tenía como enfermería,
el resto del tiempo que no empleaba sacando balas o cosiendo heridas,
bebía y practicaba con las cartas, Billy hacía casi toda su vida en
la cabina de mando, pilotando a Priscila por las rutas que el capitán
establecía, al ser un serenado, era el mejor oyente, recibía
visitas de vez en cuando de alguno de los compañeros cuando estaban
más ociosos.
La
naturaleza nerviosa de Pankora, era utilizada junto con su amor por
el fuego para mantener las calderas alimentadas cada cuatro horas,
también era la encargada de su mantenimiento, quería ser una
mecánica de renombre, pero su predilección por las armas le hacía
avanzar lentamente bajo la tutela de Parche.
Gravius
el gigante de la tierra, era la mano derecha del capitán, gracias
a su considerable fuerza, realizaba el solo las tareas de la cubierta
y con bastante agilidad pese a sus dimensiones, tanto las funciones
de logística como la seguridad de la nave eran suyas, posiblemente
sin sus esfuerzos la nave hubiera caído en más de una ocasión
desde los cielos, habría que añadir que también era el cocinero de
abordo, era su pasatiempo favorito, incluso cuando los alimentos no
podrían llegarse a considerar como tales.
Si
Gravius era el esqueleto firme donde recaía toda la responsabilidad
de la nave, Parche podría considerarse el corazón, conseguía los
encargos, a veces incluso lograba dar órdenes, planeaba las rutas,
mantenía el optimismo pese a estar rodeado en un mar de llamas,
cuando no estaba en la cubierta contemplando los cielos o
emborrachándose en su camarote, gastaba su tiempo entre los motores
y calderas, la única habilidad destacable de este contrabandista de
un solo ojo digna de mencionar era la mecánica.
No
podían llamarse amigos, ni familia, cada uno de los tripulantes de
la Priscila tenía sus secretos, sus pecados y el estar allí
posiblemente fuese su penitencia, se reunían para comer, luchaban
por sobrevivir día
a día, algunos soñaban, otros únicamente tragaban con lo que
venía, solo tenían claro una cosa, todos ellos eran hijos de un
cielo gris.
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